El reloj marcaba las 3 menos cuarto de la tarde. A
esa hora las calles de Nueva York eran un hervidero de gente que caminaba
deprisa tras una mañana de trabajo y se disponían a coger algún medio de
locomoción para llegar a su casa.
Aquella tarde todas las miradas se concentraban en el
reloj que colgaba del Edificio Metrópolis. Pero la hora no era lo más
importante en dicho reloj sino que sobre él estaba suspendido un hombre que
vestía un impecable traje y llevaba sombrero y gafas.
-¿Pero cómo ha llegado hasta allí?- ¡¡¡Se va a
matar!!! –gritaba la gente.
Entre los cotilleos del público allí presente se
escuchaban todo tipo de murmullos y distintas versiones sobre lo ocurrido.
-Parece ser que salió de una habitación del hotel y
se colgó de allí. –comentaba una mujer de mediana edad.
Entre la algarabía llegaron varios coches de policía
y uno de bomberos.
-Le rogamos que se tire, vamos a poner un colchón
para que no le ocurra nada. –le avisó un policía con un altavoz.
El hombre veía que no podía más, así que casi sin
pensárselo, saltó.
Rápidamente todo el mundo fue a por él. El hombre
reposaba agitado sobre el colchón y dijo:
-Yo sólo pretendía casarme con ella.
Me ha gustado el final mucho!
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