lunes, 22 de octubre de 2018

La llegada del tren


-¡¡¡¡SOCORRO!!!! ¿¿¿¿PERO QUÉ ES ESTO???? De repente aparece un tren que echa humo y se está acercando a la sala… ¡¡¡VIENE A POR NOSOTROS!!!

Todo el mundo se levanta de sus asientos y aquello se convierte en una especie de jauría humana: gritos, desesperación, pánico,…. El tren echa humo y se ve a gente vestida de negro como si tal cosa… ¿pero ellos donde están realmente?

-¿Y para esto vengo yo aquí? Esta tarde de enero fría y muy típica del invierno parisino pensaba dedicarla en dar un tranquilo paseo bien abrigada para acabar tomando un café caliente mientras leía un periódico. Pero como no siempre los planes salen como una había pensado, al final estoy en un café, es cierto, pero para otra finalidad bien diferente y que, hasta ahora desconocía…

Toda la culpa es de Fabrice, que está continuamente metiéndome en líos (no sé si lo de casarme con él sería acertado…). Ahora lo veo ahí con la cara blanca y sin poder respirar… Le desabrocho la camisa pero me contengo de reprocharle nada ya que bastante tiene con su situación  para yo hacerle sentir culpable.

Me lo encontré nada más salir del portal y me comentó que iba a ir a ver algo nuevo que han inventado unos conocidos suyos; unos hermanos procedentes de Lyon con los que tiene una cierta amistad.

-Parece ser que han logrado crear un invento para que se puedan ver varías fotos en movimiento –me dijo.

A mí todo eso me sonó a chino y a una de las muchas aventuras del fantasioso Fabrice como cuando me contó que dentro de nada iba a salir un aparato para poder volar sobre el cielo… Y yo que pensaba que ya teníamos bastante con el teléfono…

Y ahora viene con lo de ese extraño…aparatejo.

Como la tarde no me ofrecía otro plan mejor y el salón INDIEN DU GRAND CAFÉ está cerca de mi casa me fui con él.

12 SEPTIEMBRE

La sala estaba repleta de gente que esperaba con una enorme expectación la presentación de esa insolitita máquina. Los hermanos comentaban que con ella se podían proyectar una serie de fotos de tal forma que el ojo humano las veía como si fuera una imagen real pero de forma dinámica y no estática…. Más o menos esa fue la explicación. 


Tomamos las primeras filas y empezó a sonar un piano. De repente mi incredulidad se convirtió en asombro al ver como un tren se estaba metiendo en la sala.

-Fabrice, Fabrice, salgamos fuera.

En medio de una masa de gente que no sabe ni a dónde ir aparece un amable caballero que me ayuda a levantarlo. Tras varios empujones logramos salir a la calle.

Incorporo a Fabrice y veo que todo el mundo está muy asustado, sin saber qué hacer.

Lo que nadie se pregunta es por el tren… ¿Dónde demonios ha quedado?

La tarde empieza a caer en  París y ya se está haciendo de noche. Hay algún médico que está tratando de socorrer a la gente. Algunos salieron huyendo y se alejaron del café y no se sabe nada de ellos, otros se quedaron ahí, presas del terror, convencidos de que el tren iba a por ellos.

Pero el tren no está. Nadie entiende nada. A mí lado hay una pareja que se está consolando y hablan de su futura boda, de sus planes que van a salir adelante, sin que nadie los detenga.

De repente me fijo en un niño como de 8 años más o menos. Me sorprende su pelo rubio y sus ojos claros. Veo que saca un lápiz y un papel del bolsillo y empieza a dibujar. Me acerco a él y veo que está dibujando perfectamente una máquina de tren. Sin duda, va a ser una promesa en el mundo artístico.

-¿Me lo regalas? –Le pregunto.

Se queda un poco sorprendido pero al final dice que sí.

-Pero fírmamelo, que un dibujo sin la firma del autor no es nada.

Firma como Jake y al entregármelo le pregunto si se asustó con el tren de la sala.

-¡¡¡Mucho!! –me responde todo asustado y con fuerte acento inglés. ¡No voy a montar en tren nunca! A mí me gustan los barcos y me gustaría ser capitán. Mira, te voy a enseñar un dibujo que tengo de uno.

En eso se echó mano al abrigo y sacó una especie de pergamino con un barco hecho a carboncillo. En él había dibujado un niño y una frase que decía: “¡SOY EL REY DEL MUNDO!”

Y mientras tanto el pianista no dejaba de tocar.

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