Aquellos días en aquel pueblo del sur donde el sol
parecía que nunca se acababa se me antojaban eternos.
Recuerdo bajar del coche y caminar sin rumbo por ese
laberinto de calles estrechas sintiendo la libertad en mi piel para llegar a
esa casa blanca con patio que durante ese tiempo se iba a convertir en mi
morada habitual; en mi refugio de ese hastío veraniego. No eran muchos los días
(si lo miraba en el calendario, sólo ocupaban 2 líneas) pero me daba la
impresión de que el reloj se detenía, ya que no lo miraba ni una vez y medía
ese tiempo de otra manera: cuando me levantaba, cuando desayunaba en ese patio,
cuando iba a la playa… Ese era mi tiempo.
Los días transcurrían adaptándome a la rutina y
llegaba un momento que se convertían en hábitos de los que no me quería
desprender. Sabía que iba a ser un paréntesis que se iba a cerrar para pasar a
otro párrafo que comenzaba con ese final; con ese punto y a parte de aquellos
días y aquellas noches de desconexión, de esa especie de borrón en mi mapa
personal.
De vez en cuando me gustaba dar una señal de vida,
como escribir unas letras en una postal con la foto de ese lugar que se
convertía en mío. Empezaba con el muy manido ¡Hola qué tal! para seguir
con que lo estaba pasando muy bien y con ganas de volver (aunque no fuera
cierto). Esas postales que muchas veces llegaban después que yo. O llegaban a
la dirección equivocada.
Paseos interminables, excursiones a lugares que no
sabía ni que existían, playas con arena ardiente, chapuzones en el agua, ruidos
de motos al atardecer, películas en aquel cine de verano…
Fueron aquellos días en aquel pueblo del sur cuando
posar todos juntos ante una cámara y escuchar clic era todo un acontecimiento.
Cuando tenía que hacer cola y encerrarme en una cabina claustrofóbica para hablar
con alguien de lejos. Cuando podía abandonar la rutina y tener la sensación de
desparecer por un tiempo de mi entorno habitual y aparecer de nuevo con
historias que contar a los que iba a abrazar de nuevo. Cuando me preguntaba
cómo sería la vida en el nuevo milenio mientras esperaba ansiosa la revelación
de esas fotos con las imágenes inmortalizadas de aquellos días donde jugar en
la calle era mi mayor entretenimiento.
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