Tic,
tac, tic tac…El despertador marcaba las horas con ese espantoso
ruido, por eso Grace Hendrix decidió alejarlo de su habitación
cuando quería dormir. Ella era ciega de nacimiento y por ese motivo
tenía el sentido del oído más desarrollado de lo normal (o mejor
dicho, más agudizado: al no poder percibir las cosas por la vista,
se centraba en el oído).
Por
eso ese sonido le molestaba más de lo normal. Se había despertado a
mitad de la noche. Se tocó su reloj de pulsera y marcaba las 3 menos
cuarto. Dedicó levantarse e ir hasta la cocina para beber un pequeño
vaso de leche caliente.
Grace
vivía en una cabaña de campo alejada de la población. No soportaba
el bullicio constante de la ciudad y por eso su marido, Joey, y ella
decidieron instalarse en ese lugar tan tranquilo y así poder
dedicarse a las labores del campo en esa granja que poco a poco iba
creciendo.
Aquella
noche Grace se encontraba sola ya que Joey había tenido que ir a la
ciudad a una feria de ganado. No le gustaba quedarse así, sin
contacto humano cercano, pero como alguien tenía que permanecer en
la finca al cuidado de los animales, se había tenido que quedar ella
sola. Frecuentemente venía a visitarla la Sra. Rote, quien vivía a
unos 20 km de allí y con la que mantenía una amistad desde que
llegaron a la granja.
Cuando
estaba en la cocina oyó pasos en el salón. Pensó que serían
imaginaciones suyas debido al miedo que tenía esa noche. Fue hasta
allí y sintió una presencia que no le era desconocida.
-¡Hola
Grace! –dijo el hombre que allí estaba.
Grace
reconoció la voz de Samuel Rote, el marido de su amiga, Susan Rote.
-No
entiendo qué haces aquí –le dijo
-Joey
me llamó para que viniera a buscar su máquina de escribir y dársela
yo aprovechando que voy a ir mañana a la feria.
Esa
historia a Grace le pareció totalmente extraña. ¿Desde cuándo su
marido utiliza la máquina de escribir para su trabajo cuándo ni si
quiera la usa normalmente? Como se olió algo raro quiso ser
cautelosa y mantener la calma.
-Bueno,
ahora voy a por ella y te la doy. ¿Quieres un café?
-Sí,
mejor sin azúcar.
Grace
se fue a la cocina sin saber muy bien qué hacer. Ahí se dio cuenta
que tenía el cuadro de automáticos de la luz y es cuando decidió
bajar los mandos para apagarlas. A ella le daba igual la oscuridad,
ya que al fin y al cabo ni si quiera la podía ver, desgraciadamente.
Pero a él, le haría mucho daño.
Justo
en el momento que iba a cortar el suministro, sintió una navaja
detrás. La luz se apagó y ella le quitó el arma.
-Tengo
su navaja, señor Rote.
-Y
yo las cerillas, señora Hendrix
Grace
no se dio cuenta que Samuel Rote fumaba y que siempre llevaba una
caja de cerillas para encender sus cigarrillos de liar.
Inmediatamente,
Grace sopló la cerilla y salió corriendo. Samuel encendió otra y
con la pequeña luz que alumbraba buscó el cuadro de automáticos,
ya que había visto a Grace por detrás sin que ella se diera cuenta.
Ella
empezó a quitar todas las bombillas de la casa. La conocía a la
perfección y sabía al dedillo donde estaba cada una de las cosas
que en ella había. No se le escapó ni una bombilla…pero sabía
que iba a quedar la de la cocina, precisamente donde Samuel estaba.
Sin
embargo, la suerte quiso que Samuel se golpeara la cabeza con el bajo
del armario al ir a subir los mandos. Grace se lo encontró
inconsciente y entonces pudo quitar las bombillas de la cocina y
también le sacó las cerillas de su bolsillo. Parecía que lo tenía
todo controlado. Ahora sólo quedaba llamar a la policía.
Enseguida
Samuel recuperó la consciencia. Se dio cuenta que estaba todo a
oscuras pero poco a poco se fue dando cuenta de algo. Buscó a
tientas por toda la estancia hasta que encontró la puerta que
buscaba: la de la nevera. Entonces la abrió y salió la luz. Con
ella podía ver perfectamente casi toda la planta baja de la casa.
Fue
hasta el salón donde estaba Grace con el teléfono en la mano. Le
parecía raro que no hubiera señal. Mientras trataba de encontrarla,
sintió un brazo por detrás y Samuel le dijo al oído:
-No
te molestes, ayer Joey cortó la línea antes de ir a la ciudad.
Quiere quitarte del medio para poder casarse con su amante. Pero te
estoy cogiendo cariño y me da pena matarte ¿qué hacemos?